miércoles, 1 de julio de 2009

☼ Fotos con mucha luz



La imagen más antigua que tengo de mí, la más lejana, viene de arrastre, de recuerdo en recuerdo. Esto es así: cuando tendría seis o siete años (de panza al suelo fresco de la galería), me propuse pensar lo más antiguo de mí. Y me vi (en el recuerdo) a los dos años de vida, tomado de la mano de mi abuela, paradito en el descanso de la puerta que marcaba el límite entre la cocina y el patio. Un patio que lavaban con baldes de Acaroína y mucha agua en el verano. Un patio que continuaba con un fondo lleno de árboles hacia el pulmón de manzana. Un terreno que se me aparecía inmenso, como un Amazonas por explorar, desde mis dos añitos, de la mano de mi abuela, parado en el escaloncito tratando de comprender. Es como una foto de mi mismo, borroneada por contraluces luminosos. Quizás tenía puesto un pulover liviano, pero seguro llevaba unos horribles pantaloncitos de streech con un botón a los costados, en cada pierna. Hoy recuerdo ese recuerdo de mis seis o siete años, y le doy por válido y real. Quién sabe que imágenes pasaban por la cabeza de ese niño, que pensaba a ese otro niño que había sido. ¿Qué ves de vos, en tu propio recuerdo?


Felipe R. Avila

"Fotos con mucha luz".
Relato (17/ 3 / 97)

En la fotografía (tomada en 1992) aparece mi hija María Victoria, cuando tenía dos años en el mismo lugar del relato tal como yo estuve, pero veintiocho años después./ Foto tomada por mi hermano Pablo.

2 comentarios:

  1. Ufff... que tema!!
    Yo también tengo recuerdos así... solo que se mezclan.
    Con el tiempo se hacen más difusos.
    Siempre se remontan a mi abuelo José... Tal vez porque pasaba mucho tiempo (muchas tardes) conmigo porque vivía en frente de casa.
    Paseando con él por Plaza de Mayo...
    O por ahí estoy con mi vieja (muy cheta ella) y mi hermana, paseando por Santa Fe, por Juncal, por Arenales, donde ella tenía su peluquería.
    O en una de esas con mi viejo, que me llevaba al Real a ver los dibujitos animados, los sábados por la mañana.
    Con esas ropas tan distintas a las que se usan hoy. Esos pantalones cortitos, como los que describís tan bien, y que nunca les pondríamos a nuestros hijos!! Jaja...
    Qué épocas, Felipe!!!
    Un abrazo!

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  2. Por eso, porque los recuerdos se vuelven borrosos y confusos, tal vez uno tenga que escribirlos, filmarse contándolos, o -como los antiguos- transmitírselos oralmente a las nuevas generaciones.
    ¿por qué no?

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