martes, 22 de diciembre de 2009

Una piel muy fría.


Una piel muy fría.
(un pequeño cuento fantástico)

Una vez que pudo soltarse de la mano de su madre, el nene de tres años corrió riendo y casi arrastrando sus pequeños pies por la arena. Quería alejarse de sus padres pero no sabía aún lo difícil que es correr y escapar subiendo por la loma del médano de fina arena blanca que estaban trepando. Cayó varias veces mientras fugaba, divertido y feliz. Arriba el sol caía como pidiéndoles permiso, era temprano aún y todo invitaba (viento suave y fresco incluido) a recorrer las playas en esa extraña mañana de Otoño. Había poca gente, o por lo menos hasta llegar al borde de los médanos que, afirmados con abundantes arbustos limitaban la visión del cercano mar. Faltaban pocos pasos y la familia en pleno accedería a un nuevo día de playa. El padre corrió al pequeño, jugando a que no podía ganarle en la carrera hasta el mar. Se acercaron uno al otro, siempre riendo, y se empujaron. El padre rodó arrastrando al nene en la caída fingida, pues todo era parte del juego. La madre venía cinco pasos por detrás, cargando teléfonos celulares, la computadora viajera, una sombrilla corta, un bolso y dos sillas plegables. Se escuchaba un profundo silencio, pero ninguno de los tres prestó entonces atención a esto, riendo y jugando como estaban. El nene puso uno de sus hermosos pies en la cara del padre, recurso necesario para que éste (boca arriba en la playa) lo soltara de una vez. Volvió a escapar, ahogado de risa y de viento. Pero al cruzar por fin la loma alta, quedó como congelado. A su edad no podía percibir aún lo que estaba viendo pero si presentir que no había en la visión nada de bueno. Los padres apuraron el paso, pensando que el niño había quedado extasiado ante la inmensidad del mar, pero como él también enmudecieron. Allí abajo en la playa ancha y aún casi vacía de gente, cientos de animales marinos mostraban sus cuerpos muertos al sol, con signos aún de humedad sobre la dura y brillante piel. Las marcas en la arena dibujaban un recorrido sinuoso desde el mar, y era tal la magnitud del cuadro, que todos se pusieron simplemente a llorar, sin saber del todo el por qué. Ahora notaban que al silencio le había seguido un chillar tremendo de gaviotas y otras pequeñas aves del mar, que revoloteaban alrededor de la muerte. Algunas otras personas se iban acercando, sorprendidas, curiosas, desconsoladas. La muerte, a escasos metros, tenía un penetrante olor a sal y a yodo. El nene se animó por fin y acercó uno de los deditos para tocar uno de los inmensos cuerpos. La madre intentó frenarlo pero se contuvo, algo le hizo pensar en ella misma cuando, en su niñez, había encontrado a su pequeña tortuga muerta para siempre. Y no le dijo palabra. El nene tocó despacio: primero con el dedito índice, luego con las dos manitas. Todavía estaban sorprendidos cuando el nene miró al padre y preguntó:
¿Qué les pasó? ¿Están durmiendo?
Y agregó:
¡Qué frío tienen!
Muy poca gente en las grandes ciudades ha vivido una imagen similar, algo parecido.El periódico de la tarde diría algo aún mas frío, despojado del dolor y bastante escueto:
"Por la mañana aparecieron muertos cientos de extraños animales marinos, de especies desconocidas, en las playas sudamericanas que dan al Pacífico. Especies que vivían a miles de metros de profundidad, salieron a suicidarse en las costas, empujados por un temor inconcebible. ¿Qué causaba este pánico en la fauna marina abismal?"
Por la mañana también, centenares de pájaros perdían el rumbo, equivocaban sus bandadas, morían en el mar o contra aviones en vuelo.
Los zoológicos mostraban animales nerviosos, excitados e incontenibles en sus celdas, como si presintieran algo, como si les llegara a afectar algo que los seres humanos no alcanzabámos a comprender.
Tarde descubriríamos la causa, despojada de moraleja, dura como la realidad y sin remedio: a los seres humanos, a nosotros, nos había dejado de afectar la suerte de los demás, a menos que lo tuviéramos sufriendo allí delante, sin más remedio ni otra salida que verlos, como en aquella playa.
¿Sería tal vez que los animales nos estaban enseñando el por qué de nuestra indiferencia? Era claro que nos había dejado de importar la suerte del otro. La muerte del otro. La causa o condición de esos suicidios y de la muerte de cualquiera, del que está al lado.
Tal vez inevitablemente, la piel, se nos había vuelto muy, muy fría.

Felipe R. Ávila

martes, 1 de diciembre de 2009

Poemas de Daniel Paroli


Conocí a Daniel en el secundario y nos hicimos amigos enseguida. Hubo un tiempo de venir seguido a la vieja casa de mi abuela donde yo vivía o ir yo a la suya. Fue una década: desde 1979 (recién terminado el colegio)hasta 1989, cuando comenzaron los casamientos y se perdió un poco ese "encontrarnos" para disfrutar de estar juntos. "Estamos Amistando", inventaba un neologismo Daniel para definir esos primeros años que se reflejan en esos cuadernos de las épocas finales, como éste, del ´85. Muchos mates, (Dany pasaba saludando y se dirigía derechito para la cocina a poner la pava),varias guitarras y muchas anotaciones en cualquier papel que andara dando vueltas por ahí cerca. Había cuadernos de unos y de otros(porque se sumaban otros amigos, Aldo, Ricky, Susana, Horacio,Patricia, Adrián...). Decía que en esos cuadernos "comunitarios" pasaban las horas: alguna canción que se le ocurría a alguno, garabatos varios, el guión para un corto en S8 o una historieta, unos bocetos de esos que siempre yo hacía al pie del teléfono(habria que hacer un blog de las cosas que se garabatean junto al teléfono mientras se habla). También en esos cuadernos los amigos intentaban dejar su huella como poetas. En el primer ejemplo de arriba, se ve la letra en bolígrafo rojo del mismísimo Daniel, más abajo la mia en tinta negra y más abajo en birome.Pero hay más, de Aldo o Adrián, que dejo para otra ocasión. "¿Qué se puede hacer salvo ver películas?", nos cantaba Charly en esos años desde La Máquina de Hacer Pájaros.Y nosotros estábamos en esa. "Así pasábamos los días"...
Hace poco encontré algunos cuadernos. Digitalicé varias páginas y hoy las subo acá. En todas hay poemas/canciones de Daniel (que generoso regalaba su talento dejando poemas como quien anota un número telefónico).
Algunas de su propio puño y letra, otras que me dictaba y yo escribía con mi aborrecible letra apurada en birome. Hoy traigo estos recuerdos porque es un regalo para mi amigo Daniel, que quiero hacerle desde acá y para que ustedes lo conozcan un poco.
Mi amigo Daniel Paroli -hoy 2 de diciembre- cumple años(49).Vaya de regalo insospechado estos viejos apuntes, "ochentosos", estos versos apurados pero también sentidos y -tal vez- bastante hondos en su postura espiritual.

Leamos algunos, Daniel escribe:

"Era la Libertad /y me miraba /con una dulzura incalculable / Era la muerte/ que tenía los ojos/ vacíos de tenerlo todo/ Era la Vida /que me mostraba/ una sonrisa con huellas de una mueca / tras el rimmel".
(Sin título)


"La noche entera pasa como un sueño/ en que creo vivir lo no vivido / con la Luna voy forjando así mi nido/ de un imposible material de leño"
(De: "Soñándolo todo,1985)
"Tienen el alma del color del día /tizna su cuerpo curtido la noche/ Oh tan negra /Oh de penas./ El día que el señor les quite el cuerpo/ desnuda el alma andarán por la vida / rebrillando con su cuerpo nuevo / regalo del cielo"
(Ángeles ocultos)

Nota 1:(Todos los poemas aquí transcriptos fueron hechos por Daniel Paroli en 1985).
Nota 2: En las hojas adjuntas adviértase el típico rulo negro de las Rotring recién lavadas, mientras uno las probaba. Y los lápices a colores sin ton ni son(prueba evidente de que las hojas se usaban para cualquier cosa, epa, ¡¡que no son cualquier cosa sus poemas, amigo Daniel!!).
Tal vez Dany no guardara copia de esto,ni los recuerde.
Qué le vas a hacer, amigo.¡Feliz cumple!
Felipe Ávila